Las perspectivas de la economía británica son complicadas. Casi no ha crecido desde la primavera pasada. A corto plazo, la reducción de los precios de la energía y el aumento de los salarios deberían contribuir a aliviar la presión sobre el coste de la vida. Sin embargo, la economía aún no ha reflejado todo el impacto del endurecimiento monetario.
El Banco de Inglaterra tiene previsto interrumpir en breve su ciclo de subidas de tipos de interés, pero aún podrían producirse nuevas subidas si no remiten las presiones inflacionistas generadas internamente. Los elevados tipos hipotecarios que se registran en el país continuarán afectando a la actividad del mercado inmobiliario, y las familias que tengan que refinanciar su deuda tendrán que hacer frente a una mayor carga de intereses hipotecarios.
El ahorro acumulado durante la pandemia ha ofrecido un cierto colchón al consumo de los hogares, pero el valor de dicho ahorro se está viendo mermado por la inflación. Los datos del Banco de Inglaterra muestran que la riqueza financiera neta de los hogares en relación con el nivel de rentas es menor que en el periodo previo a la pandemia.
Escasa disponibilidad de crédito
Las encuestas sobre las condiciones de crédito del Banco de Inglaterra muestran una reducida disponibilidad del crédito para las pequeñas y medianas empresas. El crédito fue particularmente limitado en el caso de las empresas de inversión inmobiliaria y construcción. Al mismo tiempo, las situaciones de insolvencia han continuado aumentando, sobre todo entre las empresas pequeñas, y se prevé que continúen haciéndolo en 2023.
La disponibilidad de préstamos garantizados y no garantizados para las familias ha disminuido, lo que refleja tanto la percepción de deterioro de las perspectivas económicas como la reducción de la propensión al riesgo. Los tipos de interés se mantienen en niveles elevados en el Reino Unido y las perspectivas de crecimiento de la economía británica no son especialmente favorables, por lo que pensamos que los criterios de concesión de préstamos van a mantenerse en territorio restrictivo y que las empresas van a mostrar poco interés por endeudarse.
Afortunadamente, hay indicios que apuntan a una posible reducción de las presiones inflacionistas: las cadenas de suministro se normalizan, los precios de la energía están bajando y los datos indican una menor capacidad de fijación de precios, ya que las empresas han de enfrentarse a un descenso de la demanda y a una fuerte competencia.
Al mismo tiempo, el crecimiento salarial del sector privado ha comenzado a perder impulso. Sin embargo, sigue habiendo escasez de mano de obra, y parece poco probable que la inactividad laboral debida a las enfermedades de larga duración se resuelva pronto, dado el deterioro del sistema sanitario público.
Esta debilidad estructural de la oferta significa que, a pesar de los débiles resultados que ha registrado la economía británica en los últimos trimestres, sigue existiendo el riesgo de que la inflación no caiga tan rápido como espera el Banco de Inglaterra. En ese escenario, y dada la preocupación por la aparición de efectos inflacionistas secundarios, es posible que la entidad no tenga más remedio que reanudar el endurecimiento de su política monetaria.
El Banco de Inglaterra podría interrumpir las subidas de tipos
A medida que se van endureciendo las condiciones de crédito, la reserva de ahorro disminuye y los consumidores optan por mostrarse más prudentes, el crecimiento podría continuar debilitándose o incluso llegar a estancarse. A corto plazo, con una política monetaria cada vez más restrictiva y unas presiones inflacionistas que comienzan a remitir, pensamos que es más probable que el Banco de Inglaterra se plantee interrumpir el ciclo de endurecimiento monetario.
A medio plazo, prevemos un aumento de las primas de plazo, ante las perspectivas de un importante endeudamiento fiscal en un contexto de ventas activas de deuda pública por parte del banco central, así como por el riesgo creciente de que la inflación no disminuya tan rápidamente como sería deseable.
Aunque no parece probable que la credibilidad fiscal vaya a suponer un problema importante a corto plazo, no está claro si las elevadas necesidades de endeudamiento favorecerán una demanda suficiente por parte de los inversores a largo plazo.
Al mismo tiempo, la buena situación que muestra la financiación de los fondos de pensiones debería respaldar la demanda de cobertura de pasivos, ya que la volatilidad de los títulos de deuda pública ha retrocedido desde el repunte que registró en septiembre en un entorno de preocupación por los planes presupuestarios del gobierno de entonces.
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